lunes, 7 de febrero de 2011

Granadas

Con la cascara dura y llamativa,
difíciles de pelar y desgajar,
más fáciles de manchar con su jugo indeleble,
que si la tomas con violencia, la desbaratas,
con una piel delicada para separar cada gajo, 
cada grano,
y ese saborcito entre dulcón, ácido y amargo.

¿Así o más claro?

viernes, 4 de febrero de 2011

Roof Garden.

Supongo.
Llego en silencio.
Dirijo mis pasos justo a la puerta de tu edificio.
Con ojos enormes abanico cada centímetro del entorno.
Camino hacia donde me digan que estás.
Espero paciente a ser recibida.
Extiendo mis piernas como niña ansiosa.
Apareces delante de mí, sin atinar qué decir.
Alargo mis manos y muestro las semillas.

Me guías por un laberinto.
Escucho tu voz recitar a lo lejos.
Avanzo a una luz que inmensa me ciega.
Abro las palmas vueltas al cielo y muestro mis semillas.
Reconoces los nudillos de mis dedos.
Los tomas y preguntas mi nombre.
Respondo que las arborescentes de rama abundante no crecen en sombra.

Las sombras envuelven mi espalda.
Con presición justa reconocen mi cuerpo.
Dejo que recorran el contorno de mis muslos.
El rubor de mis mejillas nos delata.
Un acceso febril vence mis piernas.
No opongo resistencia.
Descubro que hay momentos en que la ropa no estorba.

La tierra se siente húmeda, como yo.
Raspa el contacto de la arena fina.
Busca mi boca tu barba desprolija.
Mis uñas no adivinan más tu pecho.
Ni tus manos mi sexo.
Ni mis piernas traviesas que trepan de tus nalgas a los hombros.
La respiración sube al ritmo de mis caderas.
Y mis senos hacen juego a las flores recién sembradas.
Hasta que el cielo y la ciudad se vuelven uno.
Y el agua del hubiera que no existe.