sábado, 12 de noviembre de 2011

Frankenstein

- Cuando digo que no, no es porque esté dudando. Y le aventé reverendo portazo en la cara.

Hay días en que no estoy de humor para tolerar -sí, tolerar- ciertas pendejadas. No es que guarde rencorosamente los daños, no me olvido de los perjuicios.

Me gusta saber la tierra que estoy pisando, me gusta saber a qué atenerme con ciertos bichos, pero lo que más me gusta es ser la protagonista del show o en su defecto robármelo si se da el caso. ¿Eso me hace perra? Pues con la pena, sería más hija de la chingada si te juego el dedo en la boca para ver qué vomitas y luego puedo sacarle provecho a tu desecho.

Hace mucho que dejé de hacer olas cuando la cosa está que arde, prefiero armar escándalos por las que no para que nadie se entere por donde voy a dejar correr el agua.

Así soy, de uno aprendí a mentir, del otro a medir, de aquel a protagonizar, de alguno más a manipular... Todos han dejado algo aquí, como olvidar retazos que han hecho de mí un Frankenstein.

Hace tiempo también que dejé de disculparme por pedir las cosas como las quiero, llamarlas por su nombre y botarlas si lo deseo...

2 comentarios:

  1. No me había imaginado hasta ahora como un Frankenstein, tienes toda la razón, comparto tu sentir.

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