Eso lo acabo de leer en un tweet, luego vengo y lo pongo acá. Después recuerdo que este no es mi diario y es un blog para otro cometido, pero qué mieda, el blog es mío y al final si quiero lo borro. Igual no hay mañana y no lo borro.
Esa capacidad de borrarlo todo se vuelve recurso agotable, del volver a empezar una y otra vez, de decir no quiero esto, no quiero aquello, no soporto más y lo boto todo por una ventana para volver a empezar.
Siempre contuve el impulso de aventar mis documentos de identidad por la carretera, pasarles las llantas por encima para sentir que con ello podía volver a borrarme toda, darme reset, no lo he hecho, no lo hice y ahora no sé porqué, debí hacerlo.
Me duele hasta su sentido común, el suyo, yo ni tengo. Por eso me duele el suyo.
Esto de deprirse es tan noventero y a mi los noventas nunca me combinaron.
¿Dónde me escondieron mis documentos de identidad? ¿Dónde dejaron las llaves del carro? ¿Dónde escondieron mi bolso?
Que quiero pasarle a su sentido común por encima...
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