sábado, 30 de enero de 2010

Mi nombre es Peligro, mi apellido Mossad.

Pero tú, puedes llamarme solamente Lady. Ayer veía esa película ridículamente mushy que me hizo caer en cuenta del hoyo nego en el que estaba metida hasta hace unos meses. El día que decidí desempolvar las armas, llamar al servicio y decirles: ani tzeh poh and, I know you need me back. Looking for a Putiland Mission. Me gusta hablarles en inglés, mi hebreo está un poco oxidado desde que dejé el servicio hace casi 10 años. Ocho añitos fuera y las cosas han tomado su sitio. Lo dejé para "crecer" en la vida, para aprender un oficio y para "volverme un ser sociable"... no sucedió. Y todo para darme cuenta, que tarde o temprano había que volver. Lo mío, lo mío, siempre fueron las armas, el engaño, la manipulación, el desencanto de una cara bonita y unas manos frías. Pero empezé tan joven, tan llena de "ilusiones", que me especializé y me harté demasiado rápido, las cosas no estaban dispuestas aún para mí. Ahora lo están, ahora lo estoy, hay que salir a coger por el culo a todos aquellos cerdos traidores que así lo merezcan. Mientras estuve en receso, afilé las uñas de Miss a Lady, no es alarde ni amenaza. Sólo que un buen día me desperté enfadada de pretender ser una chica simple y boba, me desperté cansada de ocultarme de mí misma entre la parafernalia de mis accesorios carísimos y mis sábanas de más de 800 hilos de algodón egipcio. Una no puede vivir siempre en el Cesaer's Palace. Y aún tengo todo eso. No puedo dejar de concebir la vida sin cubrirme con plumas de ganso, pero he probado eso que por ahí escribieron: la sal de la vida. Yo no soy blandita, yo no me voy a quitar. Y a veces fantaseo con abrir fuego en la 6ta. Strip. No estoy escondida, solamente estoy oculta en el mejor lugar, justo ahí, donde todos pueden verme. Y van a seguir sabiendo, mucho. de mí. Todavía tengo muchas historias para contar.

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