sábado, 30 de enero de 2010

No hay necesidad de creer en Dios...

ni de creer en tí. *** Estaba sentada mirando por la ventana que da a la carretera, escuchando lloriquear al perro de la vecina. Dando vueltas a la necesidad de salir de mi pequeño oasis playero. La enorme taza de café que sostenía en las manos narra por sí misma esas noches largas, sin objetivo aparente, en las que mis manos no se detienen, exploran, se subyugan ante encuentros de lo íntimo, de lo cotidiano, eso mío que no quiere darse por abandonado. Para luego, abir los ojos grandes, como platos y, vivenciar en cada pedacito de lo desconocido, del eco que se reproduce, letra por letra. Y un rumorcito carrasposo me despertó de la ensoñación diciendo: Mi Lady, usted ya no necesita más sueño(s), véngase. A mi cama.

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